Vicente Valero


VICENTE VALERO nació en la isla de Ibiza en 1963. Se licenció por la Universidad de Barcelona en Filología Hispánica. Ha publicado seis libros de poemas: Jardín de la noche (El Serbal, Barcelona, 1986), Herencia y fábula (Rialp, Madrid, 1989), Teoría solar (Visor, Madrid, 1992), Vigilia en Cabo Sur (Tusquets, Barcelona, 1999), Libro de los trazados (Tusquets, Barcelona, 2005) y Días del bosque (Visor, Madrid, 2008), con el que obtuvo el Premio Internacional Fundación Loewe. Como ensayista ha publicado Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza, 1932-1933 (Península, Barcelona, 2001), que ha sido traducido al francés y al alemán, y Viajeros contemporáneos (Pre-textos, 2004). Es autor también del libro de prosas Diario de un acercamiento (Pre-textos, 2008). Colabora con diversos medios literarios, como el suplemento Cultura(s) del diario La Vanguardia, y ha escrito sobre exposiciones y artistas para catálogos de galerías y museos, como el IVAM y el Reina Sofía de Madrid. 



EL ÁRBOL              
Entro en un árbol por su sombra siempre abierta,
alegre y sin llamar, tranquilamente;
voy hacia el centro, subo o bajo, no lo sé,
y allí están todas las raíces, todos
los frutos esperándome, visibles y perfectos,
y el crecimiento de las ramas
es sólo una cuestión de pálpito y de luz,
que yo ahora puedo ver y oír... Hay nidos
abandonados, sucios, malolientes,
y extrañas criaturas de la noche. La luna
también está en el árbol y no es blanca.
Y hasta el viento circula muy oscuro,
se le puede tocar y no hace daño. Subo
o bajo, no lo sé: sé que camino.
Que pertenezco al árbol, lentamente. Me pierdo
en él, muy dentro, hasta que soy el árbol, fértil
y fuerte, el que quería para mí. Y ahora crezco
sin descansar, en la quietud ardiente
del mediodía, cuando los pájaros me buscan,
entran en mí, reposan en su árbol.



LA PRUEBA

Hasta mirar significa aquí partirse en dos, desmoronarse. No puede ser nuestro este paisaje que se entrega, al sol, como un cadáver más. ¿Cómo ha llegado el fuego a tomar forma de nopal o de adelfa? Luego de haber reconocido el hontanar de nuestros antepasados, con su laurel lleno de insectos y sus cántaros rotos, tuvimos que buscar la manera de salir de aquí. Mediodía de agosto. Las sombras queman, se hunden cada vez más. Y el sol, este sol hipnótico, oracular, que crece entre nosotros, nos hace confundir el tiempo que nos queda con el olor de las raíces arrancadas. (Un perro ladra en el torrente seco desde entonces.) Mediodía cerrado a cal y canto. Esta sed sí que es nuestra.