Omar Balladares


Omar Balladares Rodríguez (Guayaquil, Ecuador, 1979) es licenciado en Comunicación Social y Literatura. Ejerce como profesor de lengua en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Actualmente se encuentra realizando un Maestría en Educación Superior en la Universidad de Guayaquil. Ha sido invitado a varios encuentros literarios dentro y fuera del Ecuador, y ha presentado la obra de reconocidos autores de su localidad.    
 Formó parte del Taller Literario El Manglar dirigido por el escritor Marcelo Báez Meza. Su obra poética ha sido reconocida en dos ocasiones al obtener una mención de honor en el Concurso de Poesía Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil (2003) y al integrar el grupo de ganadores del Concurso de Poesía El Retorno y formar parte del poemario Trayecto Cero (2009) publicado por el Taller Cultural Retorno. En narrativa publicó en el año 2000 el texto Infernario. Actualmente se encuentra trabajando en su segundo libro de narrativa y este año pretende publicar su primer libro de poemas titulado El Designio de la Espuma.


IMPERIO


Las puertas se abrían invitando a todos aquellos que deseaban purificarse con los flujos
                   que aquella fruta desprendía.

Hombres de fina estirpe
         que buscan entre sus pecados
         una razón que justifique sus acciones;
         guerreros que ponen en descanso sus escudos
         cada vez que el telón principal se levanta.

Así son pues conocidos, aquellos seres
         que entre hedores y olores
         dejan en los filos de sus armas,
                   los aceites que hacen placentero
                   el observar la carne blanca en su desfile.

Se corren las telas mostrando la segunda piel
                   de una primera hembra,
         mientras los guerreros lentamente levantan sus/ cuerpos
         para admirar la O.B.R.A. del primer poeta,
                   del primer ente sin cuerpo y sin alma.

Las antorchas iluminan el lugar de ceremonias            permaneciendo mudas e indiferentes
         ante el ritual que todas las oscuridades se repite,   
                            mientras los vencidos beben en las
          profundidades del templo
                   los elíxires de los triunfadores,
siendo vencedores ante la mirada roja/
de las Ménades.

He aquí la danza más antigua,
         el canto tan bien escrito por aquellos/
profetas
que llamándose Santos
         fueron vistos por ojos humanos,
                   cada vez que ingresaban en los imperios
         gobernados por la luna
                   y por las pócimas en fermentado.

Ella sigue danzando,
         sigue causando en ellos la sensación de caer,
         de abandonar las batallas que en los exteriores/                    acontecen,
         de empeñar sus vidas
         a los movimientos elípticos de un talle/ expuesto,
         de disolver sus miradas
         dentro de la supuesta intimidad de la Ninfa.

Grandes, mediocres y pequeños hombres
         se unen compasivamente en el mismo espectar,                    en el mismo original pecado,
                   en el mismo error humano
         que después de la catarsis
         los hará retomar las armas
         sin dejar a un lado
                   la necesaria cólera para la lucha.

         Al fenecer; las pieles como vestigios/                                    desechados
                   llevarán dentro de los rojos poros
                   el secreto de la gruta
                   que algún Fausto creador
                   encomendó a la enajenante;
                   mientras lleva en sus adminículos/                               registrantes
                   la sudada tinta con la que sacrificará la/                      historia,
                   dejando en los papiros,
                   un augurio malicioso de Evas negras
                            e inculpos adanes.

II
Grandilocuente su premura
por abandonar aquel espacio
Ha visto la cifra del dintel purificado
por la fuerza de otros grandes
Se encamina vacilante
pulso trémulo
Teme no pasar del primer embate
que en muchas grescas es definitivo
Ya frente al enemigo
ambos inyectan su mirada
trazan el combate
limpiarán sus armas esperando el ocaso
mientras crepitan las maderas
de mi venturoso navío.