Luis Alberto Bravo (Milagro, Ecuador, 1979). Escritor ecuatoriano. Ganador con Utolands del Concurso de poesía y cuento Lenguaraz 2009 (México); Ha recibido menciones de honor en los siguientes concursos: Nacional de Poesía Jorge Enrique Adoum (2004); César Dávila Andrade (2008); XII Nacional de Literatura (2009) Dr. Ángel Felicísimo Rojas (por su novela Septiembre).
Obras: Antropología Pop (Para árboles epilépticos) (Universidad de Cuenca, 2010); Utolands (Editorial Lenguaraz, México D.F, 2010); Cuentos para hacer dormir a una niña punk (Ediciones Arlequín, Guadalajara, México, 2010). Fue incluido en la antología continental 4m3r1c4 (Ventana Abierta Editorial, Santiago de Chile, 2010).
EL TESORO DE LOS PÁJAROS
Hubo una señora que nos alquilaba la casa
y que se casó con su padre adoptivo para adquirir los bienes;
Ella solía llamar a los pájaros
como si hiciera una llamada telefónica:
“¿Aló Pepe?, ¿aló Copenhague?”.
Ahora la entiendo, cuando tras la puerta
se jalaba los cabellos…
¡Bautizaré a los pájaros!
Les pondré nombres de ciudades escandinavas.
Así un pájaro se llamará Copenhague;
Otro será Suomussalmi, y otro Espoo.
Los árboles se llamarán como los niños antiguos:
Cipriano, Tomás, Farfounet o Nils.
Y los colores como las estaciones en… ¡Neverland!:
La Luz de las Bicicletas, La Niebla en los Patios, Los Tréboles en una Taza.
Los caminos se llamarán como las películas antiguas:
Anónimo veneciano, Le petit soldat, o El desencanto.
El sexo de las mujeres se llamará Suiza o Luxemburgo;
y el de los hombres Bulgaria o Brasil.
A las hormigas habrá que llamarlas como los paraguas
(fuera de la casa cuando la lluvia);
porque los paraguas recordarán las marcas que hacían los zapatos
en los caminos antiguos: donde se acostumbraba a
llamar por su nombre a los niños,
que solían recordar la fecha de la vid;
Por eso nuestros pasos se llamarán como las clases del vino
y los patos por cada hoja que picoteaban antes de tiempo,
y por cada pistilo que arrancaban
(y que sangraban como una niña en su primera
menstruación);
¡Porque ha vuelto Nils de Bulgaria!
Y aunque agarró una enfermedad mortal en Suiza,
fumará las hojas que no alcanzaron los patos…
¡Sí!
¡¡Ha vuelto Nils de Bulgaria!!
Y le miran las niñas desde el zaguán
(mientras las madres les espían sus diarios)
(y mientras sus padres cruzan la cerca y visitan a las otras mujeres que les parieron otros hijos).
Porque ha vuelto Nils de Bulgaria…
Mírenlo como camina por El desencanto;
Lleva en el walkman (que le regaló su primera amante)
esa canción de aquel cantante del Brasil…
“¡Oh que guapo es Nils!” dicen las ardillas;
Mientras los pintores sin historia
descubren en aquella nariz descontinuada,
todas las imprecisiones de las barcas,
de los cuadros de Whistler (James Abbott McNeill).
“Bienvenido Nils…”
“¡Oh Nils!”
—“El que defeca debajo de las ramas”
Y luego se ríen…—
…
[Y Copenhague defecará lluvia blanca
y dormirá sobre Nils…
Dormirá
en honor a los cabellos
que se jalaba la vieja
y que a su vez soñaba con un niño que le pudiera acariciar;
tal vez
el mismo niño que ya no lo recuerdan en los caminos antiguos,
y que solía aplastar fielmente la vid].
Una chica golpeada en la piscina
Su lengua ahora es más larga
y hay rastros de pasta dentífrica.
Ahora ella cierra los ojos donde lloraba.
Ahora las hojas vuelan para todos lados,
y vuelven a caer…
cerca de aquí…
(Donde estaba la chica golpeada y muerta en la piscina).
La sacaron del agua
como quien saca a un pequeño esqueleto,
como quien carga una madera pintada…
O como quien mide al primer amor.
Y mientras le espiaban las nalgas…
—“Pero, ¿las nalgas de quien?”
—“¡¡Pues, de ella!!…de la chica golpeada y muerta en la piscina”.
… alguien le sacó unas fotos;
Y por ello,
ahora podemos decir cuando nos preguntan
por la chica golpeada y muerta en la piscina:
“Ella estaba ahí…
Y nosotros acá…
Y los tipos de las fotos más allá”.
En las cercas pintadas
los vecinos murmuran & enrabietados
exclaman: “Si bien, era una mala chica,
no merecía morir en una piscina”.
—“Pero, ¿ha muerto quién…? ¿Quién ha muerto, quién?”
—“Pues ella…la chica golpeada y muerta en la piscina”.
“Yo le solía traer cervezas,
y cuando me daba propinas
ella solía decir:
«Sólo un ángel como yo
dejaría caer sobre ti
un pedazo de manzana…
—Como quien deja caer sobre una isla—
y verdaderamente lo soy»
(…) (glup)
Aún así, no tenía que morir en una piscina”.
“La mujer de allá,
nos ha dicho que a veces solía verla llorar en el patio,
y luego saltar las cercas pintadas,
sólo para arrancar —con un instrumento del bosque—
todas las manzanas fuertes”.
…
Desde aquel día
vengo a esta casa de martes a jueves…
Y siempre, siempre
un pequeño ojo del atardecer
perfora las nubes (y luego llueve).
Y entonces… ella abre sus alas, se eleva (y llueve) y abre sus alas
(como si evocara la luz de un perro sobre una nube podrida).
—“Pero, ¿quién? ¿Me hablas de quién?”
—“Pues, de ella… de la chica golpeada y muerta en la piscina”.